El renacer de una adicta.

Sólo basta una solicitud para acceder, un guiño, algo que indique que el día terminará por tener un poco de su sonrisa, de su aliento alcohólico y de su brillo opacado por las rutinas vitalicias.
Todo emerge por un simple roce de labios.
El tacto de sus manos.
El sentir su cuerpo estrechándose tiernamente contra mi rostro.
Y es ahí cuando todo vuelve a germinar.
Es sorprendente la posibilidad de volver a dar todo, sin excusas, sin reclamos, solo por un momento en mi habitación, donde no hay más que un amor muy puro, sin intención de obtener algo a cambio, incluso, sin intención de recibir amor.
Sentir sus labios es poético, aunque haya sido por error, aunque haya sido por la ingenuidad de una despedida.
Es extraño como el abrazar a alguien sin deseo de ser amada, simplemente por el afán de amar.
Un amor, sin querer.
Aunque sus visitas sean compartidas por múltiples personas que también lo anhelan.
El roce de sus labios se vuelve poético.
Recuerdo lo que es la libertad, por medio de él, una vida bendecida de excesos y buenos ratos.
La libertad es su piel, es su destanteo para reconocer tierra firme.
Él es como la mejor droga a la que fui adicta una vez, y que después me la arrancaron con violencia y desdén. El probarla de nuevo de nuevo, ¡y ni eso! la simple posibilidad de olerla es algo glorioso.
Recordé el porque muchos la anhelan y sienten un vacío existencial en sus vidas al no tenerla. Cuando la atrapas y la inhalas día y noche no puedes parar, y la verdad es que no quieres hacerlo. Quieres estar extraído de la vida para estar siempre ahí, flotando libremente.
He de admitir que en este mundo donde se va presuroso a ser feliz y  se olvida que el camino es donde florece la droga preciosa, soy de las pocas afortunadas que realmente, en toda su intensidad, la han sentido y al mismo tiempo, soy desdichada en el momento en que se me ha arrebatado, por lo que jure y re-jure que jamás la volvería a probar, porque la desintoxicación es un verdadero tormento.
Pero solo basto un roce de sus labios para mandar todo al carajo y querer más.
Y más.
Aunque solo lo pueda observar, o solo lo pueda rozar. No importa.
Aunque solo sea hoy. Menos importa.
Me siento viva y creo incluso que palpitan las partes de mis labios que estuvieron en contacto con los suyos. Mi cabeza gira, como la Luna ante la Tierra generando mil historias del pasado y el presente a su lado, siendo el roce de labios y el tacto tierno entre nuestras manos la gravedad en cada cuento.
Aunque tenga un final doloroso, e incluso cuando no tenga inicio...
Quiero más de él.

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