Mi mamá, la nahual


“Cada vez que le leas la mano, si la persona no te hace caso, se te regresará a ti lo malo que le iba a pasar a la persona 7 veces”.
Me encontraba en “Las Rosas”, con la inseguridad que me caracteriza al tener que enfrentarme ante una situación nueva, buscando algo de qué hablar, que inquietara mi mente y mis centros. Sin respuesta aparente ante mis suplicas de que sucediera algo increíble en la plaza, más que parejas caminando, familias con globos de graduación (quizás por las fechas), personas disfrutando de un café y de charlas con personas que previamente las habían citado, pajarillos cantando, uno que otro perro deambulando, etcétera.  Los arboles presentaban su habitual verde y las flores no se veían más coloridas de lo común.
Siguiendo el caminar de las personas, mi mirada se dirige a una mujer de cabello oscuro, piel morena, que capto mí atención por tener tatuajes semejantes a la de una amiga y por otra característica: tenía un tendido que mostraba aretes con plumas coloridas, pero más atrás de aquellas pulseras tejidas y collares con cuarzos había unas cartas, de esas con las que se lee el futuro, remontándome a un recuerdo muy particular de mi vida, uno que sazona particularmente mi mente:
Me encontraba yo en la universidad, en mi último año, en esa época no sabía que era una crisis de ansiedad (solo clínicamente) y mi mayor preocupación es que mi mamá no descubriera el aroma a cerveza y cigarro que me cargaba. Abrí la puerta de nuestro departamento y mi mamá me esperaba, sin embargo no de la forma en que yo lo creía, al parecer sería una ocasión para recordar ya que se encontraba viendo su mano, mientras que como buena norteña, comía unas tortillas de harina que ella habría preparado con machado.
“Ven mija”, me dijo mientras temerosa me acerque pidiendo a la vida que le fallara el olfato a mi mamá. “¿Me vas a enseñar a leer la mano o qué?”, me reí esperando la respuesta habitual, pero esta vez fue diferente: “a ver, siéntate”.
Me senté, era algo que siempre quise aprender, a pesar que mi carrera es totalmente, como ciencia, escéptica en esos asuntos. Sin embargo, la magia con la que crecí cada día de mi vida era algo que no podía ignorar.
Mi madre, broncuda como son las mujeres del norte, tenía la fuerza para decirte tu futuro, por muy amargo que sea, sin embargo crecer con una madre “bruja natural” no fue fácil, pero ¿qué es ser bruja natural? Según Doña Claudia, son aquellas personas que nacen con el don: tener sueños que revelen el futuro de tus allegados o el tuyo incluso, presentimientos, contacto con personas que se encuentran en el más allá, y sentir las “vibras” de las personas.
Con la curiosidad de tener este tipo de raíces místicas, encontré que en Coahuila, por la zona de Monclova y Torreón, en los años 1748 – 1751 hubo una de las más grandes cacerías de brujas en México. Casualmente, mi familia surge en una zona unos kilómetros más adelante, en un pequeño pueblo llamado Sabinas, un pueblo que se encuentra lleno de supersticiones y una atmosfera mística. Donde una de sus más grandes temas de conversación fue una niña, con habilidades de clarividencia, que incluso podía saber qué día iba a llover, a pesar de ser una zona desértica, donde sucedía muy poco y aunque los pronósticos era de ser un día soleado, y que a palabras de mi abuela, “salías y no había ni una nube en kilómetros a la redonda”.
Suena muy “cool” tener una madre así, de perdida sabías que día tener la ropa con más seguridad, ¿no?, pero no siempre fue un cuento de hadas, y en mi adolescencia parecía, de manera un tanto literal, un cuento de brujas… imagínate tener un secreto que nadie sepa, solo tú, hasta que tu mamá lo lee en tu mano o soñó que no andabas haciendo las cosas “tan bien”. Sí, mi adolescencia fue una pelea constante con los presentimientos y sueños de mi madre, y escondiendo la mano izquierda, no porque haya tirado la piedra y escondido la mano, sino por miedo a que mamá alcanzara a ver una línea nueva que se te haya formado por ahí, y viniera un regañadon y amenazas acompañados con un “¿qué andas haciendo, cabrona?”
Evidentemente surge la curiosidad de aprender a descubrir los designios ajenos, y a pesar de mis múltiples intentos de que mi madre me enseñara siempre recibía un “no” como respuesta, hasta ese día.
Dicen muchas personas que “entre gitanas no se leen la mano”, pero en este caso no fue así, me dio cada lección mientras ambas nos leíamos la mano, le leía el futuro y ella me decía si lo que decía era lo correcto o no, por primera vez mi mamá sintió ese punto de vulnerabilidad, pero ella sin las malas decisiones y si había una, se reía nerviosamente, como cuando nos tenía que decir una verdad incómoda.
Mi madre dejo las cosas muy claras ese día, no cualquiera puede leer la mano, y como todo, es con base de práctica. Debes tener el don para poder hacerlo y al parecer, en la época que vivimos solas ella y yo, noto que yo lo tenía, de forma más reprimida. Dice que así sucede, uno nace con el don, pero en la infancia vez algo que te asusto y poco a poco lo empiezas a reprimir, como cualquier trauma. En ella fue preguntarle al espejo que había ahí, y en ese momento fue cuando un montón de caras deformes se formaron en él, se fue gritando. Dice que no volvió a sentir nada hasta después de unos años.
“No puedes leérsela a cualquiera”, una advertencia sabia de la vieja bruja hacia aquella que  estaba instruyendo, ya que según sus palabras si le lees a la persona que algo malo le va a suceder y no lo cambia, a ti se te regresaría 7 veces peor de lo que le sucedería, dice mi mamá, que por cierto es católica, que Jesucristo lo hace así por “andar de chismosas”, sin embargo si la persona cambia, pues te rinde un poco más el dinero, o las cosas buenas que se te darían se te dan al doble.
Aunque parezca increíble, a veces no es tanto lo que vez en las líneas de la mano, sino lo que sientes cuando tocas esta, sientes todo, sus miedos, inseguridades, que es lo que quieren saber cuándo te piden que se las leas. “Al tener el don, no solo lees el futuro, sino que todo viene escrito ahí, en la mano, vez el pasado de las personas y todo aquello bueno o malo que les haya pasado, todo lo que tienen en su corazón”.
“Nuestro Señor Jesucristo, ahora que sabes  leerla, te mandará con las personas que Él quiere que se las leas”, según mi mamá, la usa como un instrumento para advertir a las personas de su mal provenir, o de malas decisiones que están a punto de tomar y que generará una serie de adversidades en su vida. Y ya que Jesucristo nos guía en este camino selectivo de personas a las cuales leer, es regla de oro no cobrar ni un peso, porque a palabras de mi madre “¿a ti quién te cobró el don?”, así que si alguna vez te leyeron la mano y te cobraron, pues, tiraste tu dinero.
Por lo que me lleva a pensar en la chica con su puesto de cartas, me preguntaba si cobraba, me surgió la inquietud de decirle que se traía mal augurio ella al hacerlo, lo que me recordó que curiosamente mi mamá a pesar de saber leer las cartas, decía que era más certero leer la mano, ya que así sientes todo lo que ha cruzado la persona, mientras que las cartas son más lejanas, al no tener contacto físico con la persona. Quizás al final del día no tenga un castigo tan severo por hacerlo.
Termino esta larga lección con dos enseñanzas: una, que la mano que se lee es siempre la izquierda, porque “siempre muestra lo que hay en el corazón de la gente”, mientras que la derecha muestra lo que las personas aparentan socialmente, así que según mi mamá, no vale la pena leerla. La segunda y no menos importante, es que la mano después de una lectura cambia, ya sea para bien o para mal, dependiendo la decisión que hayas tomado.
Me enseño interpretar líneas, sentimientos que te dan en la lectura, y como sobrellevarlo, ya que no es nada fácil, al terminar te deja bastante desgastada, y en mi caso personal, con náuseas y con la sensación de haber pasado toda una noche en vela, ya que absorbe mucha de tu energía.
¿Quieres que te lea la mano? No es una tarea fácil, y literal se roba parte de nuestra vida. No porque destinemos tiempo ahí, sino que, según mi mami cada que ella lee la mano y se mejora la vida de esa persona a ella le recortan la suya. No sé si sea una ganancia para llegar más pronto a la tierra prometida que mi madre espera día a día, o si sea un ajuste de cuentas, pero es así.
Con todo y el precio a pagar, ella va, como una heroína sin capa del esoterismo, cambiando vidas, dejando a un lado la suya, con tal de cumplir con el plan divino que fue destinado, desde todos los tiempos, para ella. Cumpliendo una tarea que desde el cielo le dejaron en sus manos, sin temor a la muerte o a la mala suerte, va desenvainando su espada de clarividencia, para así, dar una mejor vida a todo aquel que se le cruce y le encomienden. A pesar del escepticismo que pueda haber alrededor de este relato, en lo personal no la cuestiono, porque como dirían por ahí “contra toda autoridad, excepto la de mi mamá”.


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